domingo, 10 de abril de 2011

Y todos los hombres serán hermanos

Ejercicio:

Lea el siguiente texto escuchando la canción.


Tus encantos atan los lazos

que la rígida moda rompiera;

y todos los hombres serán hermanos

bajo tus alas bienhechoras

Schiller




«Al llegar a la pesquería y campamento de los cristianos, encontré a unos ochocientos indios Guaycaríes bien armados y listos para la guerra, que esperaban a su cacique o señor a quien había hecho matar, como he dicho, con el fin de asaltarnos uniéndose a los Caquetíos del pueblo de Carahao, que ya estaban preparados. Cuando les ordené deponer las armas, para que fueran como antes mis amigos de acuerdo con lo que me habían jurado y prometido la primera vez que estuve allí, y confirmármelo con hechos amistosos y pacíficos, se me opusieron con orgullo. Entonces, mientras los distraía con palabras (lo que también hice para impedir su huída a través del río), dispuse que los cercaran con los caballos y que los atacaran; pues estábamos en una hermosa llanura que no hubiera podido desearse mejor para este propósito. Matamos [acuchillar] por sorpresa a unos quinientos, pues como estábamos conversando y tratando con ellos suavemente de la paz, no tenían ninguna sospecha de nosotros y no llegaron a hacer uso de sus armas. Rematamos [apuñalamos] a muchos en tierra, hasta que les hicimos huir. Los de a caballo daban en el grueso de la gente derribando a los que podían, y los de a pie los degollaban como a puercos.»






(p. 101, Historia Indiana, traducción de Juan Friede)


domingo, 3 de abril de 2011

El alemán, esa lengua impronunciable




Los españoles, para no enredarse en un apellido tan difícil, le llaman Juan el Alemán, y algún cronista le mejora sus títulos diciéndole Micer Joan el Bueno”


Germán Arciniegas hablando de Hans Seissenhoffer, conquistador alemán al servicio de los Welser, en Los alemanes en la conquista de América, 114.



La imagen viene de aquí: http://dokujunkies.org/tag/konquistador

domingo, 26 de diciembre de 2010

Apresúrate lentamente



Apresúrate lentamente, dijo la muerte con brutal serenidad, pues cada grano de arena es un tanto de voluntad.

Conservar la calma y ser constante suele ser una tarea increíblemente difícil. Me gustaría pensar que la eterna procrastinación gusta de camuflarse en esta preciosa sentencia por angustia, apatía y rechazo; sí, angustia frente al futuro, apatía del presente y rechazo del pasado. Una fantástica trinidad del fracaso.

La angustia del futuro opta por hacer escaramuzas, fastidiar a su oponente con molestas lanzas ponzoñosas y atemorizarlo al devenir, ella, a la algara, sabe que para vencer y cumplir con su tarea debe infundir de un destructivo temor.

La apatía del presente inmoviliza todo movimiento, toda iniciativa y todo emprendimiento se pudre, quizá porque todo deseo y pasión tienden a durar muy poco, a vivir menos que una mosca. Y como mueren tan precoces, el deseo se extingue y el movimiento no ocurre.

El rechazo del pasado, aprovechando del aturdimiento del futuro y el efectivo bloqueo del presente, lanza su toque final al centro, actúa como un martillo aplastando al miserable que se posa encima del yunque del presente.

Así es, y parecer ser un abominable círculo de autodestrucción.



martes, 7 de diciembre de 2010

Top Model

Eine Modeschau ist auch eine Truppenschau...

lunes, 6 de diciembre de 2010

6.4 (fragmento)


Acuclillado detrás de un escritorio puso su confiable arma encima de su hombro. Con la espalda apoyada sobre el mueble no se molestó en ese incómodo detalle llamado puntería y abrió fuego a ciegas sobre la cara norte del cuarto esperando atinar a los asaltantes también acurrucados al otro lado de la robusta pared de hormigón. Su máquina ejecutó su tarea a 750 revoluciones por minuto. Con un proveedor de 75 balas 7.62 mm se vació en sólo 6.4 segundos.


Uno, la presión rítmica martillaba los miserables oídos once punto seis veces por segundo; dos, el brutal retroceso del arma intentaba arrancarle el brazo; tres, el peso fatigante de 7 kilos de lazos, correas, botones, bolsillos y cierres sonaban parsiomiosamente; cuatro, el vulgar destello flamígero del basilisco mecánico; cinco, dos pares de párpados se plegaban fieramente, no buscando el sueño, sólo intentando soportar el (de)cadente espectáculo pirotécnico y sonoro; seis, un fino y delicado aguijonear del martillo en la pared de la recámara. Esta fue la señal que reconoció el soldado al otro lado del muro para penetrar y segar la vida del checheno con un sordo, débil y pusilánime impacto de una pistola austriaca.



domingo, 28 de noviembre de 2010

El secreto mecanismo de la danza

Este intento de ensayo fue presentado el cuatro de diciembre de 2010 en el curso Problemas de estética. Es el resultado de mi modesto interés por la belleza. También fue un poderoso ejercicio de duelo, pues su tema —la belleza en la danza— encontraron raíces en una gran crisis del último semestre del susodicho año. La danza es para mí un problema: nunca he sido un buen bailarín; de hecho bailar ha sido una actividad que socialmente no me ha conducido por caminos placenteros. Por otro lado, aún sigo pensando que hablar de la belleza es hablar de mujeres. Y para exorcizar a una mujer bella y bailarina terminé hablando de marionetas y el movimiento. Que el siguiente texto sea de su agrado.


La pregunta por la belleza parece ser universal y el enigma de la danza también. Parece haber un encanto en los elaborados movimientos de los bailarines que los eleva sobre el público, sobre la persona de la cotidianidad. El bailarín ejercen un poderoso atractivo, manifiesta una delicada estimulación de los sentidos. Esta estimulación la llevan a cabo la música y el danzante. Y en el danzante es posible descomponer su actuación en pasos de baile, los cuales se fundan a su vez en movimientos definidos, aprendidos y ensayados. Sin embargo, queda la sensación de que este secreto encanto no queda aprehendido en este breve esquema un tanto analítico. Conocer la técnica no basta para comprender el placer de la danza cuando se es espectador, tampoco para disfrutarla como bailarín.

En el Teatro de las marionetas de Heinrich von Kleist, dramaturgo y poeta prusiano que a duras penas clasifica como romántico, aparece el problema de la belleza en la danza. Publicada en 1810 en las Berliner Abendblätter y editada por su autor, constituye una «obra de madurez»1; un año después Kleist se quitaría la vida junto a su amante a orillas del lago Wannsee, en Berlin.

Allí, un narrador, quien disfruta un modesto espectáculo que entretiene a unos campesinos, entabla una conversación con el señor C..., quién asegura ser el primer bailarín de la ópera de una ciudad desconocida. Él afirma que las marionetas son accionadas por el maquinista de tal manera que este no se encarga de manejar independientemente cada miembro, sino de manipular el centro de gravedad (Schwerpunkt). De esta manera, los miembros de la figura lo que hacen es seguir la figura como lo puede hacer un péndulo (de hecho las figuras según Kleist, son péndulos). Los movimientos rectos de este centro de gravedad originan movimientos curvos y esta especie de agitación crean el efecto que es denominado como baile.

En el movimiento hay un misterio, dice Kleist en su texto, pues este el camino del alma del bailarín (der Weg der Seele des Tänzers), donde el alma es la vis motrix o fuerza centrípeta (como veremos después, este camino es la gracia). Los objetos mecánicos gozan ya de la armonía, la movilidad y la ligereza. El señor C... cree que acatando estas propiedades y logrando una «distribución más natural de los centros de gravedad2» puede lograr que un marioneta dance mejor que el más aventajado de los danzarines; la marioneta realizaría movimientos que se escapan a los humanos: no hay afectación (Ziererei) es decir, los miembros del muñeco obedecería la fuerza central imprimida, resultando en un movimiento siempre armónico y natural. La segunda ventaja consistiría en ser antigrávidos (antigrav) porque no usan el suelo para apoyar su peso. En los hombres el continuo esfuerzo para elevarse en el aire los conduce a la fatiga; por el contrario, en una marioneta la inercia es totalmente desconocida, pues la fuerza que los impulsa hacia arriba es mayor que la que los sujeta a la tierra. Por estas dos ventajas, una marioneta, ser no-humano, es capaz de efectuar movimientos totalmente llenos de gracia.

Así pues, los movimientos en el humano son terriblemente imperfectos. El error es causado por la pérdida de la gracia al momento de consumir el fruto prohibido, en otras palabras, al conocer. Poco después se presentan tres ejemplos del efecto de la gracia. El primero es el del joven bien entrado en la adolescencia, quien ya siendo conocido por ganarse el favor de las mujeres y la vanidad reconoce un ademán frente a un espejo que le recuerda a la estatua de El Espinario3. Quiere confirmar su descubrimiento y lo logra en vano, lo repite una y otra vez, y no da resultado. A partir de este momento, el mancebo pierde poco a poco «el juego suelto de sus actitudes4», de tal manera que un año después ya no sería posible reconocer ningún rastro del agrado que él inspiraba.

A este ejemplo le sigue el del oso; el señor C... vence con el florete a uno de los hijos del señor G..., hidalgo de Livonia (hoy Letonia); en revancha, el vencido lo reta a un duelo con un oso amaestrado y atado a un poste. Aquí los papeles se invierten. Si bien en el primer enfrentamiento la pasión en cada movimiento contribuyó a ofuscar a su rival y desempeñarse con fintas imparables, el señor C... obtiene una agria cucharada de su propia medicina. El oso «con los ojos fijos en los mío [del señor C... ], como si en ellos pudiera leerme el alma5», una gran calma y sin mucho esfuerzo detiene sus elaborados esfuerzos.

«En el mundo orgánico es más oscura y débil la reflexión, tanto más radiante y dominadora se presenta de continuo la gracia»6. Esta sugiere ser la primera conclusión a la que llega el señor C... Pero, cuando la reflexión o el conocimiento atraviesa un infinito (¿se refiere explícitamente a la figura humana?) la gracia aparece. De allí que tanto un muñeco con forma humana como un títere, carente absoluto de la capacidad de reflexión y, por tanto lleno de gracia, pueda compararse con un dios, conocimiento absoluto, lleno también de la gracia absoluta. El teatro de las Marionetas finaliza con la grave sentencia de «volver a probar del árbol de la ciencia para caer de nuevo en el estado de la inocencia general7», y este estado general es «el último capítulo de la historia del mundo8».

En este sucinto relato hay un eje temático en el cual toda la discusión fluye: la danza y aquello que finaliza como un problema acerca de la consciencia, se desata como un problema estético:

[…] Preguntéle si creía que el maquinista que accionaba los muñecos debería ser también bailarín o, por lo menos tener alguna idea de lo bello en la danza. Repuso que si un asunto era fácil en su aspecto mecánico, no resultaba de ello que se pudiera practicar sin sensibilidad alguna.9 […]

Así pues, ¿qué es la idea de lo bello en la danza para Heinrich von Kleist? En primer lugar, el misterio alrededor de la danza lo formulo en términos estéticos porque aquello, el secreto encanto, que no se deja aprehender es lo bello. En segundo lugar, Kleist formula su duda en su narración de manera singular de tal manera que la idea particular de lo bello en la danza sugiere a su vez la existencia de lo bello propia en cada subesfera del arte; y, por último, el interrogante establece de partida una división material y otra espiritual: hay una técnica, la de accionar las marionetas en este caso y una otra referida a la sensibilidad. Podríamos resumirlo como un fundamento estético tras su aspecto mecánico, un concepto de lo bello tras el aspecto en apariencia frívolo y ligero de la danza, y, en el caso de la narración, de una danza de puras figuras inertes que entretienen a campesinos.

Antes de abordar el interrogante, es justo y necesario valorar los probables antecedentes de Kleist. Theisen asegura que hay una influencia de Sobre la danza del escritor griego Luciano de Samosata en la estructura y en el valor cosmológico otorgado a la danza (obra traducida por Wieland, patrocinador de Kleist), también concebida en forma de diálogo, en donde el uno convence al otro10. En una revisión con el texto de Samosata uno encuentra en efecto similitudes; Luciano, citando a Heródoto, resalta que las percepciones visuales son mucho más importantes que las auditivas, pero en la danza estas se unen a aquellas11. Esto podría explicar por qué Kleist no le otorga un lugar a la música en la danza y se concentra exclusivamente en el ejercicio pantomímico. De hecho, en el ensayo sólo hay una mención, ubicada al inicio: «Díjele que me sorprendía haberle encontrado varias veces en el teatrillo de marionetas que «divertía a la plebe con pequeñas piezas burlescas, entreveradas de canto y danza12». Creo no equivocarme, además, al establecer un paralelo entre las virtudes de las marionetas y las virtudes de la danza de acuerdo al autor sirio. Ella combina el placer y el provecho. Presenta a sus ejecutantes con mayor seguridad, belleza y placer en sus movimientos que en comparación con el boxeo. En realidad la armonía, la ligereza y la movilidad harían parte de los requisitos físicos de un bailarín que se ajusta al canon de Policleto:

Yo diría que lo más hermoso y al mismo tiempo lo más equilibrado13 de los ejercicios gimnásticos es que suavizan el cuerpo, lo hacen flexible y ligero y le enseñan a estar dispuesto a los cambios, lo que contribuye no poco a darle fuerza14.

En cuanto a las cualidades del intelecto, debe poseer una excelente memoria, inteligencia, ágil inventiva, poder actuar oportunamente, ser crítico para seleccionar las mejores piezas, rechazar las mal compuestas, y ser bien dotado por la naturaleza15.

Por último, y atañe de nuevo a la estructura textual, el último ejemplo concuerda como un caso desafortunado. En Luciano es un actor el cual excede su interpretación de Áyax Telamonio, rompe los límites de su arte y la locura y los movimientos permitidos en el personaje se convierten en la locura y el exceso del actor. Este, en mi opinión, concuerda con los dos casos desafortunados del joven y el oso. El uno pierde su gracia por vanidad, el segundo es vencido por un ser mucho más irreflexivo que él.

¿De qué danza estamos hablando pues? Tanto en Kleist como en Samosata podemos hablar de pantomima. La pantomima es «la representación de una historia a través de la expresión del cuerpo16». Es la síntesis de música, baile y drama. Históricamente fue un género menor junto a la comedia y la tragedia en donde un actor principal masculino danzaba acompañado de un coro y música y representaba papeles de las tragedias clásicas. Iba lujosamente ataviado con un manto y una distinta máscara con la boca cerrada para los distintos personajes. Hoy en día este genero correspondería a los recitales de música alta cultura como la ópera, genero artístico del cual Kleist abiertamente se ocupa.

Volviendo a nuestra pregunta acerca de lo bello en la danza, el problema estético de la danza entraría bajo lo bello y no lo sublime. Para Emmanuel Kant lo bello, definido en cuatro momentos, es el objeto o representación que genera una satisfacción o un descontento a partir de un juicio, que es estético, y sólo puede ser emitido por el gusto17; este objeto place ante todo de manera universal y sin concepto18; lo bello o la belleza es forma de la finalidad del objeto en la medida que es percibido en él sin la representación de un fin19; y sin concepto es objeto de una satisfacción que siempre será necesaria20.

En contraste, lo sublime no responde a una sola definición. Hay sublime matemático y sublime dinámico. El primero es aquello que «en comparación con lo cual toda otra cosa es pequeña21» y, por ende, «sólo porque se puede pensar, demuestra una facultad del espíritu que supera toda medida de los sentidos22». En esta primera indagación, la inquietud que nos transmite el baile se relaciona más con la búsqueda de armonía y equilibrio que la perturbación del espíritu por medio con ideas que se pueden pensar más no imaginar, bien sea porque esta facultad no logra concebirlas. Esta primera definición pertenece al sublime matemático. Y si este primero se relaciona con la grandeza absoluta, el sublime dinámico se refiera a la fuerza. En términos estéticos esto significa que la naturaleza es capaz de «eleva[r] la imaginación a la exposición de aquellos casos en los cuales el espíritu puede hacerse sensible la propia sublimidad de su determinación, incluso por encima de la naturaleza23».

Samosata finalmente dirá que el intento de ruptura de límites, de representar lo grande como lo inmenso o lo varonil hasta el salvajismo entro del llamado mal gusto y es reprochable. Yo veo en este comentario un frontal negación a la representación desbocada de ideas concebibles mas no representables que Kant categorizaría como lo sublime dinámico24.

Para Schiller la gracia es la «belleza de la forma bajo la influencia de la libertad»25 o belleza en movimiento. Las condiciones para la gracia son las siguientes26: debe ser ante todo un (1) movimiento, debe ser (2) accidental, (3) humano, (4) voluntario y (5) moral. El movimiento aquí es clave porque es la propiedad que puede afectar al individuo sin alterar su esencia. De allí que se pueda comparar como a la voluptuosa diadema de Afrodita: un objeto que realza la belleza de la diosa sin que le sea esencial a ella, porque puede perfectamente quitárselo y no perder un sólo ápice de su mitológica belleza27. La gracia es una accidente en el sujeto en la medida que expande lo necesario de la belleza: toda acción que ocurre dentro de la belleza es necesaria, en la gracia no, ocurre de manera espontánea. Los griegos, anota Schiller, redujeron la gracia los movimientos exclusivamente humanos, de allí que el movimiento del pasto no pueda ser gracioso. De todos los posible movimientos que pueda hacer un hombre, este tiene que ser exclusivamente voluntario, dotados de intención y con un propósito moral, o sea, que haya un ejercicio de la libertad allí implicado. La belleza en movimiento, sin embargo, se opone a la belleza arquitectónica, la cual, opuesta taxonómicamente a la gracia, es formada por la naturaleza según la ley de la necesidad28. Es aquella que vemos en primer medida cuando juzgamos a las personas, es aquello con lo que hemos nacido, pero que evidentemente no es suficiente para lograr la belleza moral.

Schiller, en una nota al pie, que el mérito del maestro de danza consiste en lograr que lo voluntad posea el dominio necesario para superar los obstáculos de la masa y la gravedad, que son la primera resistencia, quizá sublime, al danzante. En la danza, para Schiller, la «acción de la regla debe volverse naturaleza29». En pocas palabras, que la belleza fundada en el movimiento, es decir, la gracia, debe convertirse en belleza arquitectónica, que es la que es dada por la naturaleza sin ninguna intervención moral. Sin embargo, Schiller expone los requisitos a continuación exigidos al actor teatral y, que en mi opinión, también aplican al danzarín. Resultan válidos porque el bailarín muchas veces se encuentra en el mismo escenario que el actor y sujeto a las reglas básicas cuando desarrolla su obra y porque la pantomima griega, cuya defensa aparece en el texto de Samosata, abarca reglas comunes para ambas.

Lo que se le exige, por tanto, al danzante es la verdad de la representación y la belleza de la representación. Lo primero se refiere a que debe representar su papel o pieza por arte y no por naturaleza, en el segundo a que su arte será considerado bello en la medida que le sean naturales los movimientos ejecutados por él. Así pues, existe una doble exigencia al artista dramático que danza: debe tener la naturaleza adecuada para representar con gracia y al mismo tiempo, el suficiente arte para representarlo con veracidad. Deseo, con todo, concentrarme en la belleza de la representación, la cual, como veremos, es el punto focal en la narración kleistiana.

A continuación, y antes de proseguir, considero pertinente indagar sobre el fundamento matemático del movimiento. El Weg der Seele30 kleistiano, vis motrix, es la tendencia de todo un cuerpo hacia su centro, proporcional al movimiento que se le imprime en un momento dado. Hay que distinguirlo de la vis acceleratrix porque el primero es movimiento, el segundo rapidez31. Esto significa que el segundo se deriva de la multiplicación del primero por su cantidad de masa32. El pensamiento de Lebniz con el sentido de una fuerza de un cuerpo en movimiento, equivalente a la vis inertiae de Newton. La diferencia radica en que en la segunda esta fuerza se puede encontrar en un cuerpo en descanso, en el primero exclusivamente en movimiento «by acting upon it always with the same intesity in every pysical part of the line which it describes33». En pocas palabras: no es más que la fuerza centrípeta, aquella que tiende a impulsar a los objetos hacia dentro en un movimiento rotatorio, en acción, condensando la masa del objeto alrededor de sí. He aquí la aproximación física de concepto estético34. Sin embargo, quedan interrogantes abiertos: ¿qué son las líneas de primer y segundo orden? ¿el infinito? ¿Hay un fenómeno físico equivalente a la «distribución más natural de los centros de gravedad» como medio para lograr la suprema gracia? ¿Cómo se explica la afectación (Ziererei) a partir de estos fundamentos físicos? Son interrogantes que dejan entrever la riqueza conceptual de El Teatro de las marionetas.

Planteado el sustento físico, Theisen por su parte propone una «cibernética de la danza»35 (cybernetics of dance), que tiene lugar en una «estética mecanicista de la danza»36. Intenta fundamentar una danza con palabras en donde el titerero diluye la unidad materia-mente. Uno de sus argumentos para fundamentar que el titerero es el ocupa el centro de gravedad del títere, es que, según ella, aquel se traslada dentro de este. Esto estaría demostrado con el del verbo versetzen. Sin embargo, hace una lectura un tanto arbitraria. El verbo aparece tres veces en el texto y ella destaca dos momentos. La primera oración problemática es la siguiente:

Era nada menos que el camino del alma del bailarín, y él dudaba que la tal línea pudiera ser hallada otro modo que trasladándose el propio maquinista al centro de gravedad de la marioneta, o sea, con otras palabras, danzando37.

Theisen interpreta que mit andern Worten puede funcionar ambiguamente: como un reformulador discursivo del versetzen; es decir, versetzen equivale a tanzen; o bien que el titeretero efectivamente habla con otras palabras. Lo que parece ignorar aquí la autora es que mit andern Worten a menudo se usa unido a d.h. (das heißt) en términos puramente reformulativos38.

Un segundo ejemplo insiste en el uso de versetzen como displacing. Aunque reconoce que está dentro del campo semántico de responder, reponer, replicar, cree que el contexto es suficiente para deducir otro significado39: displacing, de nuevo. La oración, por mi parte, debe ser entendida como reponer ya que si hacemos el ejercicio de reemplazarlo por desplazar o sustituír, no tendrá mayor sentido. La lectura mejor lograda de Zubiaurre lo podrá explicar mejor:

Replicó que, decididamente, el hombre no podía ni siquiera alcanzar, en tal respecto, al monigote articulado. Sólo un dios podría, sobre ese campo, medirse con la materia. Y aquí está el punto donde se juntan los dos extremos del anillo que forman el mundo40.

La discusión de Theisen pone en la mesa un elemento que hemos omitido y debe ser tenido en cuenta en la indagación del problema acerca de lo bello en el baile: el titeretero. El problema en Theisen es que su argumentación falla porque Theise acomoda el verbo versetzen con el fin de argumentar su danza con palabras.

Así, pues, la aproximación al problema de la belleza en Kleist requiere de la participación de varios planteamientos desde el campo de la estética y de la filosofía. La pregunta por lo bello en la danza tiene un significativo punto de partido con Luciano de Samosata desde el siglo II d. C. Su defensa apremia por la vinculación de la danza como elemento clave en la reflexión filosófica grecolatina. A continuación le sigue Kant, en la medida que su Crítica del juicio es el baluarte de la estética moderna porque con una clasificación sistemática de los conceptos del área que estudia la belleza, pretende establecer una regularidad; regularidad que a su vez es ampliada y cuestionada por Schiller al desarrollar la idea de la belleza que surge del movimiento.

Por supuesto, el efecto de la danza no se reduce al efecto sensible del movimiento, eso sería castrar una posibilidad estética. Esto lo deben saber muy bien los bailarines. En cada movimiento debe estar involucrado todo el cuerpo y todo el espíritu en el doble propósito de entrenar las facultades y enfrentarlas bien sea a lo bello o lo sublime (en el caso del arte contemporáneo). La primera conclusión es la vinculación estético-matemática de la gracia: aquello que Schiller llama lo bello en movimiento, Kleist lo expande al área de la filosofía natural: la gracia se fundamente en la adecuada proporción de centros de gravedad con los consecuentes beneficios: la armonía, la ligereza y la rapidez.

Una segunda conclusión es que el análisis estético de la danza en El Teatro de las Marionetas se enmarca en una tradición clásica que se nutre de ella tanto en la forma textual como en el carácter apologético de la danza. Esto lo vimos con Sobre la danza de Luciano. La danza conserva en Kleist un tono místico, si se me permite llamarlo de alguna manera, y se convierte en el caballo de batalla bien sea para exaltarla o para plantear dilemas filosóficos aparte de los puramente estéticos, está el problema de la conciencia y la gracia.


Notas

1Heinrich von Kleist. «Sobre el teatro de las marionetas», Eco. Revista de la cultura de occidente. T. 5 vol. 3, julio 1962, p. 227.

2Von Kleist. «Sobre el...», 227.

3El Espinario o el Niño de la espina es un antiguo motivo de la Antigüedad: representa a un niño sentado sobre una roca con la pie izquierdo apoyado sobre la rodilla derecha. Se espulga una espina de la planta de su pie. La estatua más famosa mide 73 cms y se halla en el Palazzo dei Conservatori, Musei Capitolini de Roma.

4Von Kleist. «Sobre el...», 224.

5Von Kleist. «Sobre el...», 225.

6Von Kleist. «Sobre el...», 225.

7Von Kleist. «Sobre el...», 226.

8Von Kleist. «Sobre el...», 226.

9Von Kleist, «Sobre el...», 218. El subrayado es mío.

10Bianca Theisen. «Dancing with Words. Kleist's “Marionette Theater”», The German Quarterly. Vol. 61, n.° 4, 1988, p. 523. Consultado el 22 de septiembre de 2010 en Project Muse [base de datos].

11Luciano de Samosata,«Sobre la danza» Obras. Luciano, vol. 3. José Alsina Clota (ed.); Andrés Espinosa Alarcón, Jose Luis Navarro Gonzalez, Juan Zaragoza Botell (trds.) Madrid: Editorial Gredos, 1981-1988, p. 75.

12Von Kleist, «Sobre el...», 217.

13Lo que Zubiaurre traducido como armonía corresponde a Ebenmaß, lo cual equivale a proporción. Symmetria, proportio en latín.

14Samosata, «Sobre la...», p. 73.

15Samosata, «Sobre la...», p. 74.

16Francisco Rodríguez Valls. «Movimiento esencial en el espacio. El diálogo sobre la danza de Luciano de Samosata», Themata. Revista de Filosofía n.° 37, 2006, p. 359 [revista en línea]. Sevilla, España: Universidad de Sevilla, 2006., p. (Consultado el 28 de noviembre de 2010). Rodríguez reseña y critica con gran profundidad el texto de Luciano y lo contextualiza con la danza contemporánea.

17Manuel Kant, «Analítica de lo bello», Crítica del Juicio. Traducción del alemán por Manuel García Morente. Estudio introductorio y análisis de las obras por Francisco Larroyo. Porrúa, México, 1978, p. 214.

18Kant, «Analítica...», 220.

19Kant, «Analítica...», 231.

20Kant, «Analítica...», 224.

21Kant, «Analítica...», 241.

22Kant, «Analítica...», 241.

23Kant, «Analítica...», 249.

24«Se produce en la danza, como en la literatura, lo que la gente llama “mal gusto” cuando sobrepasan los límites de la imitación y se esfuerzan más de lo necesario; si hay que representar algo grande, lo representan inmenso, y si tierno, lo afeminan con exageración, mientras lo varonil lo llevan hasta el salvajismo y la bestialización» De Samosata, «Sobre la...», 77. Muy probablemente el ejemplo de lo femenino sería un argumento en contra pues no entra de lo sublime dinámico, como pretendo.

25Federico Schiller. «De la gracia y la dignidad». De la gracia y la dignidad. Trad. por Juan Probst y Raimundo Lida. Buenos Aires: Editorial Nova, 1991, p. 42.

26Véase Schiller, «De la...», 31.

27Véase Schiller, «De la...», 29

28Véase Schiller, «De la...», p. 30.

29Federico Schiller. «De la gracia y la dignidad». De la gracia y la dignidad. Trad. por Juan Probst y Raimundo Lida. Buenos Aires: Editorial Nova, 1991, p. 47.

30Véase arriba p. 1.

31Motion y celerity respectivamente. Esto, en palabras sencillas es la velocidad y la rapidez. Este es el cambio de posición de un objeto respecto al tiempo, aquel abarca no sólo la rapidez, también la dirección en que lo hace, por tal razón es movimiento.

32Charles Hutton, «Vis Motrix». A philosophical and mathematicall dictionary vol. 2 [documento en línea-Google Books], 1815, p. 568. Consultado el 29 de noviembre de 2010 en http://bit.ly/g0PbvR.

33Hutton, «Vis Motrix», 568.

34Entre otras cosas, resulta curioso que Samosata diga que «lo más digno de elogio en los bailarines […] que es asombroso que puedan cultivar al mismo tiempo [sea] la fuerza y la fluidez de los miembros, como si en una misma persona se mostrara la robustez de Heracles y la delicadeza de Afrodita». Francisco Rodríguez Valls. «Movimiento esencial...», 73.

35Bianca Theisen, «Dancing with Words. Kleist's “Marionette Theater”», The German Quarterly. Vol. 61, n.° 4, 1988, p. 523. Consultado el 22 de septiembre de 2010 en JSTOR [base de datos]: http://muse.jhu.edu/journals/mln/sumario/v121/121.3theisen03.html .

36Theisen, «Dancing with...», 523.

37En alemán reza así: «Denn sie wäre nichts anders, als der Weg der Seele des Tänzers; und er zweifle daß sie anders gefunden werden könne, als dadurch, daß sich der Maschinist in den Schwerpunkt der Marionette versetzt, d. h. mit andern Worten, tanzt.», 219.

38«That the puppeteer (dis-)places himself into the gravitational center of the marionette means, the dancer asserts, that he “dances, with other words” (“mit andern Worten, tanzt” 340). This phrase is again ambiguous. To say that the puppeteer displaces himself into the gravitational center is to say, in other words, that he dances—and this is of course the more obvious reading of this phrase.» Theisen, «Dancing with...», 524. La traducción al inglés ignora, de hecho, d.h. y mantiene mit anderen Worten. Así las cosas, su lectura no es la más obvia.

39«The dancer’s statement is again introduced with “er versetzte,” which here indicates “he replied” but in the context of his eccentric claim also suggests “displacing.” With this paradoxical coincidence between God and marionette, the dancer displaces nothing less than the very distinction between mind and matter.» Theisen, «Dancing with...», 525.

40En alemán: «Er versetzte, daß es dem Menschen schlechthin unmöglich wäre, den Gliedermann darin auch nur zu erreichen. Nur ein Gott könne sich, auf diesem Felde, mit der Materie messen; und hier sei der Punkt, wo die beiden Enden der ringförmigen Welt in einander griffen.», 222.

41Las citas tomadas del alemán provienen de: Kleist, Heinrich von. “Über das Marionettentheater”, Projekt Gutenberg-de. [versiones digitalizadas de literatura universal en alemán] Spiegel Online, 1994-2007 abc.de Internet-Dienste. Consultado el 29 de septiembre de 2010 en http://bit.ly/bIFmNq .



Fuente primaria

  • Von Kleist, Heinrich. «Sobre el teatro de las marionetas», Eco. Revista de la cultura de occidente. T. 5 vol. 3, julio 1962. [traducido del alemán por Antonio de Zubiaurre].41


Fuentes secundarias

  • De Samosata Luciano. «Sobre la danza» Obras. Luciano, vol. 3. José Alsina Clota (ed.); Andrés Espinosa Alarcón, Jose Luis Navarro Gonzalez, Juan Zaragoza Botell (trds.) Madrid: Editorial Gredos, 1981-1988.
  • Hutton, Charles. «Vis Motrix». A philosophical and mathematicall dictionary vol. 2 [documento en línea-Google Books], 1815, p. 568. Consultado el 29 de noviembre de 2010 enhttp://bit.ly/g0PbvR.
  • Kant, Manuel. «Analítica de lo bello», Crítica del Juicio (Primer libro: analítica de lo bello).Traducción del alemán por Manuel García Morente. Estudio introductorio y análisis de las obras por Francisco Larroyo. Porrúa, México, 1978.
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